Cada uno de nuestros átomos se formó en el interior de estrellas gigantes, único lugar donde los elementos ligeros que inicialmente eran los únicos existentes en el universo (hidrógeno y helio) pudieron convertirse en elementos pesados y complejos (carbono, nitrógeno, oxígeno y otros).
Luego, en su ciclo normal, esas estrellas estallaron y esparcieron por el universo esos elementos, que en un proceso evolutivo de miles de millones de años originaron la vida, primero con los organismos más simples y luego con otros mucho más complejos, entre ellos el ser humano.
Así lo explica en esta bella reflexión el astrofísico norteamericano Neil deGrasse Tyson, discípulo del entrañable Carl Sagan y uno de los más notables divulgadores científicos de la actualidad. Teniendo eso en cuenta, y considerando que esos elementos conforman cada una de nuestras células, él señala con toda propiedad que los humanos no debemos sentirnos pequeños, no solo porque formamos parte del universo, sino porque "el universo está en nosotros".
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