Si quisiéramos que el Sol se convirtiera en uno, tendríamos que comprimirlo hasta que tuviera el tamaño de una pequeña ciudad de la Tierra.
Y si quisiéramos lo mismo para la Tierra tendríamos que comprimirla hasta que quedara del tamaño de un maní. Solo en ese momento tendría la densidad suficiente para no dejar escapar ni la luz.
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