Los átomos de nuestro cuerpo son rastreables en el tiempo. No desde el big bang, pero sí desde las estrellas que, a modo de grandes hornos nucleares, los crearon y luego, al estallar, los esparcieron por el espacio, hasta que en algún momento llegaron a nuestro planeta y originaron la vida.
Eso no solo significa que los humanos estamos en el universo, sino que el universo está en nosotros.
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