Si fuera cierta la afirmación de que Dios envió a la Tierra a su hijo único (Jesucristo) para que redimiera a la humanidad de sus pecados, también tendría que haberlo enviado a otros miles de planetas en los cuales sin duda existe vida inteligente, para que hiciera lo propio, redimiendo los pecados de sus respectivos habitantes, todos los cuales sin duda también serían hijos suyos. Salvo que se pensara que el ser humano fuera el único que incurrió en "pecado".
Y dado que esos seres de otros planetas sin duda tienen las formas más inimaginables, muy distintas a la humana, ese hijo de Dios tendría que habérseles aparecido adoptando esa peculiar fisonomía, tal como (según el relato bíblico) hizo en la Tierra, donde apareció bajo la forma humana. Es decir, Cristo tendría que haber aparecido en miles de planetas, y en cada una de ellos con un aspecto físico distinto, a imagen y semejanza de los seres a redimir. No tendría sentido enviarles un redentor con forma humana, tal como el que se muestra en las imágenes religiosas.
Obviamente, esta es simplemente una afirmación en el marco de la narrativa religiosa, que consideraba que la Tierra era el centro del universo y los seres humanos el pueblo de Dios. Por ende, bastaba enviar a Israel a un hijo de la divinidad para lograr la redención esperada.
La realidad es que jamás hubo ningún hijo de ningún dios que descendiera a la Tierra para librar a la humanidad de ningún pecado (ni tampoco de ningún evento catastrófico ni sufrimiento). El ser humano, y todos los seres inteligentes y no inteligentes que existen en el universo están solos frente a la inmensidad del universo y dependen únicamente de sí mismos para intentar sobrevivir.
Imagen: Elsolweb
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