Como ya lo demostró la ciencia, para el nacimiento de la vida en nuestro planeta no hubo ninguna creación divina, sino pura evolución. Todos los seres vivos descendemos de un mismo tronco, y luego nos fuimos diferenciando unos de otros en un largo proceso evolutivo de millones de años.
Estos dos esqueletos, de humano y de gorila, son una clara muestra de que ambos descienden de una rama común, una de las numerosísimas que le fueron apareciendo con el paso del tiempo al gran árbol inicial: la rama de los primates. Eso explica su enorme similitud.
Posteriormente, de esa rama común surgieron otras dos: una que dio lugar a los homínidos (y luego a los humanos), y otra que dio origen a todos los tipos de simios. En ese proceso, los huesos y esqueletos de ambas especies, sin perder del todo su similitud general, fueron adoptando características algo distintas (en forma, largo, ancho, peso, etc), hasta llegar a su actual configuración, que vemos en la imagen.
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