Además de constituir un hecho gracioso, esta escena en el campo es una de las múltiples muestras del origen común que tenemos todos los animales, en este específico caso, los mamíferos.
En ella, un elefante bebé se divierte espantando a unas aves, pero en el trance, de tantas vueltas dadas, se va mareando. Y el final de la historia es exactamente el mismo que solemos presenciar cuando se trata de bebés humanos: el pequeño cae al piso, y en ese momento, decidiendo que el juego ya no resulta divertido, corre a refugiarse, adolorido y avergonzado, al regazo de su madre.
Esa gran similitud de comportamientos es una clara muestra del origen común que tenemos los seres vivos, reflejado en un comportamiento en el que se hacen notar, como en este caso, el gusto por el juego, el afán de sentirse poderoso frente a otros seres, pero, también, la búsqueda de protección materna ante la presencia de algún hecho desafortunado o amenazante.
El tronco es común. Las diferencias fueron surgiendo en el transcurso del larguísimo proceso evolutivo.
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