Una de ellas parte de la incapacidad del hombre de entender lo inmenso que es el tiempo transcurrido desde que nuestro universo se originó. Y eso se explica por la mínima duración que tiene la vida humana, y la mínima duración que ha tenido inclusive toda la historia humana. Las cosas cambian en forma extremadamente lenta en comparación con nuestro período de vida, y eso nos hace pensar que vivimos en un mundo casi estático, de casi perfecto equilibrio, casi paradisíaco, lo que no se corresponde en absoluto con la realidad y nos es recordado cada cierto tiempo por eventos como violentos terremotos, erupciones volcánicas o impactos de asteroides o cometas, como aquel que hace cientos de millones de años provocó la extinción de los dinosaurios.
La otra se origina en la incapacidad de entender lo pequeños que somos frente a la descomunal vastedad del universo, donde inclusive nuestra inmensa galaxia es apenas una de cientos de miles de millones de galaxias, muchas de ellas mucho más grandes. Eso hace que pensemos, siguiendo el dogma religioso, que somos el centro del universo, pues este fue creado para nosotros. Y esa idea claramente no tiene el menor sentido.
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