En su incapacidad para contrarrestar los sólidos argumentos (científicos, filosóficos y del más elemental sentido común) que el ateísmo esgrime, y que cada vez ganan más espacio, los teístas recurren a diversas líneas argumentales. Una de ellas es la referida en esta expresión:
Pero ésta es tan débil como las demás, pues más bien refuerza una tesis básica del ateísmo: que Dios fue una invención del hombre para hacer frente a sus temores, especialmente a la muerte.
Como sabemos, esos temores abundaban en las épocas que el hombre, aún bastante alejado del conocimiento, la ciencia y la racionalidad, no entendía los aterradores y destructivos fenómenos naturales o circunstancias que ponían en riesgo su integridad y su vida. Por eso inventó un dios del rayo, un dios del fuego, un dios del mar, un dios para casi cada cosa en la que se pudiera pensar en esa oscura época. Uno o múltiples dioses a los cuales poder implorarle indulgencia ante cualquier mal, desde un terremoto hasta una sequía, desde una inundación hasta un tsunami, desde una hambruna hasta una peste.
Si una persona atea invocara a Dios ante la caída del avión en que viaja, simplemente estaría dando rienda suelta a su lado más instintivo y primario, y reproduciendo, una vez más, esa larga historia de creatividad propia de la naturaleza humana, y en la cual han sido pródigas las religiones: inventando a su deidad en el (seguramente vano) intento de escapar de la muerte.
Es absurdo y profundamente deshonesto definir conductas a partir de situaciones desesperadas. La creencia o no creencia no se determinan ante circunstancias extremas, en las cuales el hombre está completamente fuera de sus cabales. Sino, habría que imaginarse cómo reaccionarían los teístas si en ese mismo avión en caída se apareciera Satanás (personaje bíblico en el que ellos creen y los ateos no) y les garantizara, con todo el poder que ellos le atribuyen, la salvación ante esa situación de desastre, pero a cambio de su alma. Seguramente la gran mayoría aceptaría. ¿Se podría decir, a partir de tales hechos, que esas personas no creían realmente en Dios?
Por lo demás, es bueno recordar que el porcentaje de las personas teístas que se hallan en aviones que se precipitan a tierra y que logran salvarse es ínfimo, por no decir nulo. Eso significa que las plegarias, que seguramente en ese momento abundaron, no sirvieron absolutamente de nada, y refuerza la tesis atea de que Dios no existe, razón por la cual jamás ha acudido ni acudirá en auxilio del hombre, ni en esa circunstancia ni en ninguna otra.
No creen en Dios hasta que lo necesitan
ResponderEliminarEl artículo refuta íntegramente lo que usted comenta. Nadie necesita a Dios, porque jamás acude a atender ninguna súplica, ni de los religiosos ni de los ateos.
EliminarPuedo dar fe que atendió mis súplicas,mi débil fe fue puesta a prueba ,cuando pases por una noche oscura y si logras pasarla luego cuéntame quien está en lo correcto
ResponderEliminarNingún científico podría explicar la maravilla de la vida por el azar
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