No existen Dios ni el diablo ni ninguna de las tonterías que las religiones meten en la cabeza de los ingenuos. Sólo existen el hombre, su inteligencia y su reflexión, que le dan la capacidad de decidir qué cosas son buenas y qué cosas son malas.
Son buenas las que producen alegría, bienestar y mejora en nuestra condición humana (la generosidad, la solidaridad, el amor al prójimo, el afán por la justicia, el respeto al derecho ajeno, etc), y son malas las que producen dolor, aflicción o degradación como personas (el crimen, el abuso, la deslealtad, la intolerancia, la mentira, etc).
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